“Por
cierto, ¿hoy es domingo?” Así se sentía más tranquilo, por eso le respondía que
sí, y aunque siempre había alguien con ganas de aguarle la fiesta y deprimirlo
durante todo el día, confiaba a ciegas en mi palabra. Y era jueves, pero eso a
Carlo le daba igual. Cada día era uno más y, sin embargo, era el mismo.
Levantarse, desayunar, salir a pasear, comer, dormir la siesta, ver la tele,
cenar, dormir, volver a desayunar,…
–Por
cierto, ¿mañana es lunes? –dijo un día cualquiera.
–Sí,
¿qué te apetece hacer?
–Un
viaje.
Y al
día siguiente, poco antes de amanecer, ya se había ido.