Ese
tic tac que escuchamos hace rato me tenía preocupado. Sabía que algo pasaba,
sobre todo porque llevábamos varias horas río arriba, el Capitán y yo solos, en
aquella pequeña barca de remos, y no vimos en ningún momento nada que pudiera
hacer un ruido semejante.
Sin
embargo, no fue hasta la aparición del animal cuando caí en la cuenta de que mi
Capitán y él ya se conocían. Todo ocurrió muy deprisa, tan sólo pude ver como
lo capturaba entre sus mandíbulas y lo engullía para después marcharse nadando
con un reloj de oro en una de sus patas.
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