En
algunas ocasiones, cuando crees que no hay nada más que hacer, no hay nada
mejor que acercarse, como quien no quiere la cosa, a cualquier librería,
biblioteca o, en el caso de una desidia tan grave que te impida mover las
piernas, desempolvar un libro cualquiera y darte cuenta de que todo lo que has
escrito hasta ahora es una puta mierda. La espuma de los días, El Perfume o la
maldita Historia Interminable…. es cuestión de leer un par de líneas para saberlo.
Y
habrá quien siga diciendo que los libros te hacen compañía. Otra puta mentira.
Los libros sólo sirven para encontrar lo que nunca tendrás. Son como ese amigo
millonario que te enseña muy orgulloso su Porsche Cayman pero se niega en
rotundo a que tú lo pruebes. Mira todo lo que quieras, muchacho, porque esto
será lo más cerca que estés de algo así.
En
otras ocasiones, cuando ya si que no tienes nada más que hacer, como quien no
quiere la cosa, recuerdas esa estúpida canción del cantante-“compositor” de
mierda actual y te acercas al ordenador a leer (y digo leer, escuchar sería
demasiada molestia) cualquiera de sus estupendas letras y darte cuenta de que
todo es una puta mierda. “Fui al portal de Belén que tiene un par de tetas…”,
es cuestión de leer un par de líneas para saberlo. ¿Por qué no me metí a clases
de canto? Quizás por mi sentido del ridículo…
Después
de eso, no pasa mucho tiempo para ir de nuevo a la estantería y coger un libro,
de Bécquer, de Boris Vian, de cualquiera. Y es precisamente ahí cuando, casi
sin darte cuenta, abres otra puerta para entenderlo… ¿A quién coño le hace
falta un Porsche Cayman cuando otros lo usan para cagarse dentro?
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