Los
colores estaban tan vivos como el primer día,
aquel paisaje inalterado era un lugar perfecto: lo más parecido al
Paraíso, según todos los que habían estado en él. Sin embargo, la mujer de la
foto no sonreía desde hacía algunos años.
Y es que, como todo el mundo puede comprender, estar enmarcado durante
demasiado tiempo sobre la balda de una estantería común, compartiendo espacio
con el polvo, no tiene ni puta gracia.
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